Con ustedes los Parada
Foto copyright Ian Roman 2009
Fuente info MedCup
14 Sep 2009
Hermanos, y sin embargo amigos
La relación entre hermanos con poca diferencia de edad no es siempre fácil. Cole y Guille o Guille y Cole, que tanto monta, tienen distinto carácter pero mantienen una buena relación, forjada en muchos años compartiendo complicidades en el mar.
Los hermanos Guillermo y Mariano "Cole" Parada comenzaron a navegar antes de aprender a caminar. Sus padres eran muy aficionados al mar y tenían un velero de aluminio, el Fandango. Cuando ya eran “mayores” recuerda Guillermo que sus padres compraron un Optimist y le subieron. Tenía entonces 4 años.
En el Yacht Club Río de la Plata, más un embarcadero que un club náutico al uso, fue el escenario de sus precoces y accidentados primeros pasos. “Nos hicimos muy populares entre los socios”, recuerdan con ironía. “Nos subían en el Optimist y nos soltaban. Navegábamos hasta chocar con algún barco amarrado, ahí tratábamos de dar la vuelta al barco y seguir navegando hasta el siguiente encontronazo”. Cole, dos años menor que Guillermo, alargó el sufrimiento de sus vecinos de amarre.
“Nunca competimos en Optimist, dimos nuestros primeros bordos compitiendo a bordo del barco de nuestro padre en regatas de fin de semana. El Optimist era para navegar, un juego, no para regatear”. Al mando ellos de las operaciones, no empezaron a competir hasta unos años más tarde. Fue en Buenos Aires, en el Yacht Club Argentino con un Cadete, en el que formaron tripulación. Y despuntaron con importantes títulos nacionales e internacionales, a pesar de las inevitables disputas entre dos hermanos adolescentes. Nos explican las mil y una, pero mientras Guillermo tiene frescas en la memoria un sinfín de anécdotas, Cole hace como que no recuerda. Seguramente el rol de hermano pequeño y tripulante entonces, le hacía ser más víctima que verdugo. O no, porque mientras uno me habla de un mordisco en la cara en plena ceñida, el otro disimula cuando escucha que una vez dejó ir la driza de la mayor y unas cuantas largó el foque en banda.
Pero lo dicen con un cariño que, por si acaso, se aprestan a matizar: “Era normal, chiquillerías. Pasábamos juntos todo el tiempo, nunca nos separábamos. Creo que además de hermanos somos amigos, hemos compartido mucho en la vida, no sólo regatas”. Cuenta uno de ellos divertido que incluso una de sus novias le presentó al otro a la que hoy es su mujer… y comienzan a reírse.
Cuando Guillermo decidió empezar a navegar en Snipe, por problemas de talla física para seguir en Cadete, Cole se sentó más a popa, agarró la caña y ganó un Mundial con Matías Blanco; “y hoy seguimos navegando junto en Matador”, salta como un rayo Cole, que no quería omitir el detalle.
Mientras navegaban en vela ligera y clases olímpicas –Guillermo fue a los Juegos Olímpicos de Seúl en 470, Cole compitió en los de Sydney en Tornado– iban haciendo sus pinitos con cruceros en regatas de club. Y llegaron dos momentos importantes.
Cole se fue a España, cuando le salió un trabajo de seis meses como entrenador de la Federación Gallega y se quedó nueve años. Aquí se enroló en algunos proyectos tempranos de José Luis Suevos y se incorporó al naciente equipo de Vicente Tirado con el ¾ Longitud 0 y otros barcos. Lo de Guillermo fue distinto: Trabajaba en un banco y le negaron un permiso para acudir a dos campeonatos importantes de Snipe y J24. Dejó el trabajo, y tras los mundiales se fue a navegar con el Maximizer de Alberto Roemmers a Antigua. Y lo hicieron bien, llevando él la táctica. Luego se fueron a Newport para estrenar un Alexia y también atinó…
“Y aquí seguimos”, comenta Alberto Roemmers Jr, incorporado a la charla, que explica cuan curioso fue cómo conoció a los hermanos Parada. “Recuerdo la primera vez que les vi. Dos chavales devorando unos filetones de carne tras otro. Me dijeron que estaban a dieta para tener el peso idóneo en vísperas de un campeonato de Cadete y sólo podían comer carne. ¡Qué brutos los nenes comiendo!”, rememora divertido Alberto. Guillermo nos explica que la saga de los Alexia supuso a la vez una oportunidad y una escuela para un nutrido grupo de regatistas argentinos. “Al principio en la tripulación íbamos cinco argentinos y 20 extranjeros. En Argentina no teníamos experiencia en barcos grandes, y tuvimos que ir aprendiendo. Cada poco entraba un argentino más, y tras terminar el rodaje, otro más, hasta que las tornas cambiaron y ahora somos 20 argentinos y cinco extranjeros”.
Y como no podía ser de otro modo, Cole se incorporó al grupo, compaginándolo al principio con otras campañas españolas. “Todos crecemos, y ahora nuestra relación no tiene nada que ver con nuestra infancia. Los roles están muy bien definidos”, asevera; y aclara,“tenemos muy buen rollo a bordo, y es muy cómodo que nuestros respectivos puestos no requieran una comunicación directa”.
Guillermo escucha atento, y meditabundo afirma “Todos crecemos, estamos más viejos”, acaso añorando las perrerías que se hicieron el uno al otro, porque en lo que no entramos esta vez fue en las perrerías que juntos harían a terceros. Pero esa es otra historia…