Juanpa Cadario: Nooo Gisela, así noooo

Nooo Gisela, así noooo


Foto copyright Cruz Mendizábal/estilismo Juana Santillán

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Foto copyright Cruz Mendizábal/estilismo Juana Santillán

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Blog de náutica y otros deportes, y por supuesto caen carozos cada tanto. Pero lo de Gisela es increíble, está en una semana de tenis tremenda y encima estas fotos y reportaje en la revista Brando. Noo Gisela, así nooo por favor.

JPC

Reportaje revista Brando, por Federico Bianchini

Gisela Dulko: ¿estás para un dobles mixto?


La mejor tenista argentina dice que "por ahora" no va a posar desnuda y afirma que el sexo previo no perjudica su rendimiento. Salvo, claro, que se trate de una noche maratónica. ¿Algún candidato?

Sábado de abril. Buenos Aires. Mediodía. Terraza del Vilas Raquet Club. La princesita ganadora, como titulan los diarios cuando gana, la que no sirve para nada, como dicen los periodistas deportivos cuando pierde, aclara como si hiciera falta: "No soy un robot".
Y lo dice luego de confesar que después del partido de su vida (en el que le ganó a la tercera del mundo) y a horas de jugar el pase a la tercera ronda del Masters 1000 de Miami, en vez de dormir, vio, seguidos, cuatro capítulos de Dr. House.
Gisela sabe que maduró de golpe, que hizo cosas que las chicas de su edad no hacen (tiene 24 años), que se perdió fiestas, salidas y el viaje de egresados, entre otras cosas. No se queja. Disfruta. Este deporte le encanta desde que arrancó a los 7 y sabe, lo tiene claro, aunque le gustaría jugar mucho tiempo, que el frenesí de entrenamientos y torneos va a terminar antes de que cumpla 30. Eso, de alguna manera, la motiva. Pero falta. Falta mucho y, ahora, Gisela se despierta a las siete y media, desayuna con su preparador físico, entrena dos horas en el gimnasio ("No necesito hacer tanto aeróbico, porque tengo buena capacidad y es lo que menos me cuesta"). Levanta pesas. Hace pasadas de 300, de 600 metros, para ganar aire. Juega al tenis dos horas. Descansa. Come. Descansa y, a las tres, al gimnasio, a levantar pesas, a hacer pasadas de 300, de 600 metros, para ganar aire. Y luego, de vuelta a la cancha: dos horas más con la pelotita amarilla.
El primer partido que jugó, perdió 6-0, 6-0. La pasó mal. Estaba histérica. Nunca le gustó perder. A nada. Siempre quiere ganar. Siempre. "Dame un jueguito de Internet y no me voy de la máquina hasta que gano. Me puedo quedar sentada durante horas", dice. Y cuenta que no se pone metas a largo plazo, sino anuales. La de este año es estar entre las primeras veinte del ranking mundial. "El día que me retire voy a querer decir: bueno, llegué a lo máximo que podía llegar. No sé si va a ser al puesto quince, al diez o al uno. Ojalá sea al uno."
Una vez, soñó que Martina Navratilova volvía al tenis y jugaba contra ella. Le pareció un buen sueño. Al tiempo, se enteró de que, efectivamente, Navratilova volvía.
Gisela jugó contra ella y le ganó las dos veces. Al terminar el segundo partido, la veterana se acercó y le dijo que jugaba bárbaro, que le podía ir muy bien, que siguiera así. Y ella le hizo caso.
Viene teniendo un buen año. Está contenta. El tenis la pone así. A los 14, competía y les ganaba a sus compañeras de 18. Le decían que era buena. Muy buena. También le decían que era linda, muy linda. Estuvo de novia con los tenistas Fernando Verdasco, Tommy Robredo y Fernando González. Ahora está sola. Y no quiere más tenistas. Aunque se queda pensando. Duda y se pregunta en voz alta si alguien que no está en el ambiente entendería por qué se levanta tan temprano para entrenar, por qué tanto ejercicio, para qué tanto esfuerzo. "Nuestra vida va a full, yo voy a full, cuando vengo no paro un segundo. Entreno, entreno, entreno, pero tengo que hacerme un tiempo para ir al dentista, al médico, ver a mi familia, a mis amigas. Para hacer miles de cosas que van surgiendo. Si tuviera un novio que fuera de acá, no le podría dar mucha bola. Estar con un tenista para mí fue un poco más fácil porque hacíamos lo mismo. Además, lo podía ver en los torneos", dice Gisela, y también dice que quiere formar una familia, pero no ahora, después. Ahora, piensa en el tenis. "Aunque también tengo otras cosas en la cabeza, no solamente eso. Tampoco soy un robot, ni una máquina, soy re normal", dice.
No le gustan los boliches ni la noche. Prefiere las reuniones con amigas y desmitifica que, por entrenar tanto, los deportistas de alto rendimiento no tengan ganas de sexo. "Eso es mentira, para mí es mentira",dice, se ríe, y explica que de lo único que se tiene que cuidar, antes de un partido, es del desgaste de una noche entera. "Pero sólo eso. Lo de la noche maratónica y nada más." Seguramente, el tipo que la mira caminar por el estacionamiento del Vilas Raquet Club piense nada más que en una noche maratónica con ella. La mira cuando viene caminando y, luego, se da vuelta, para verla de atrás. Ella lo ignora.
Gisela acepta que ser linda está bueno por lo "extra tenis": esta nota en Brando, algún contrato de ropa, hacer algo con la imagen. Aunque, por linda, le han ofrecido cosas a las que dijo que no, que ni loca. ¿Cómo qué? Hacer fotos desnuda. Le ofrecían bastante plata. ¿Cuánta? No va a decir un número. ¿Una analogía? La que ganaría la campeona de un torneo como el de Stuttgart. Repite que no va a decir un número. Sin embargo, cualquiera que siga el circuito puede averiguar que la ganadora de ese certamen recibe más de cien mil dólares de premio. ¿Por qué dijo que no? No es lo suyo. Esa exposición no es lo suyo. No es algo que le guste ni que necesite. No quiere. No se sentiría cómoda ahora. ¿Por qué ahora? Y Gisela mira a los ojos, arquea las cejas, sonríe y, pícara, separando las palabras como si quisiera crear expectativa en quien escucha, suelta un "nunca digas nunca".