tiene su origen en una palabra francesa bordel, que antiguamente se decia bardeau y significa a flor de agua, o en la ribera del mar, por alusión al epíteto de Venus llamada aphrodites, esto es, nacida de la espuma del mar.
Los burdeles o mancebías que proliferaban por la España medieval eran un gran negocio. Las mancebías solían ser uno o varios edificios rodeados por un muro en cuyo interior se podían disfrutar, naturalmente previo pago, de todo tipo de placeres. Además, se hacía bajo el beneplácito de las autoridades (incluso las eclesiásticas) ya que estas hacían las vista gorda de lo que allí sucedía porque preferían tener tan incomodo mercadeo en un sitio restringido y controlado, a que la tentación y la lascivia carnal campara a sus anchas por las calles.
Los dueños de estos establecimientos no eran gente de mal vivir y de antecedentes dudosos, al contrario. Solían ser nobles señores e hijos de algo que habían recibido los derechos de explotación de un burdel de mano del mismo Rey, el único que podía concederlas. No fueron pocas, por ejemplo, las mancebías que concedió la muy católica y famosa.. a sus más destacados guerreros. Y es que en aquellos años que te concedieran un burdel te arreglaba definitivamente la vida.
Raro era la villa o ciudad donde no existiera uno o varios de estos lugares que eran visitados por todo tipo de personajes de todas las escalas sociales, incluidos los mismos reyes, a quien les gustaba de acudir a ellos, eso sí, vestidos de riguroso incógnito.
Los burdeles o mancebías que proliferaban por la España medieval eran un gran negocio. Las mancebías solían ser uno o varios edificios rodeados por un muro en cuyo interior se podían disfrutar, naturalmente previo pago, de todo tipo de placeres. Además, se hacía bajo el beneplácito de las autoridades (incluso las eclesiásticas) ya que estas hacían las vista gorda de lo que allí sucedía porque preferían tener tan incomodo mercadeo en un sitio restringido y controlado, a que la tentación y la lascivia carnal campara a sus anchas por las calles.
Los dueños de estos establecimientos no eran gente de mal vivir y de antecedentes dudosos, al contrario. Solían ser nobles señores e hijos de algo que habían recibido los derechos de explotación de un burdel de mano del mismo Rey, el único que podía concederlas. No fueron pocas, por ejemplo, las mancebías que concedió la muy católica y famosa.. a sus más destacados guerreros. Y es que en aquellos años que te concedieran un burdel te arreglaba definitivamente la vida.
Raro era la villa o ciudad donde no existiera uno o varios de estos lugares que eran visitados por todo tipo de personajes de todas las escalas sociales, incluidos los mismos reyes, a quien les gustaba de acudir a ellos, eso sí, vestidos de riguroso incógnito.